Nacional, Monday 16 de January de 2017

Delincuentes colocan dispositivos en cajeros automáticos para quedarse con información de los clientes y vaciar las cuentas.

En el verano crece el delito tecnológico que en la jerga policial se conoce como la “pesca”. Se trata de robos a cargo, generalmente, de bandas de extranjeros con amplia experiencia que aprovechan que las víctimas están distraídas, fuera de rutina y usando cajeros automáticos que no conocen y con poco control bancario.

El modus operandi de los “pescadores” de tarjetas es el siguiente: cuando la tarjeta de la víctima queda “pescada” por un hilo que va atado a la ranura del cajero, uno de los delincuentes se dispone a colaborar con el dueño del plástico atascado.

Luego un segundo embaucador aparece en escena, llama por teléfono a un supuesto 0-800 y comunica a la víctima con otro cómplice. Este último simula ser un trabajador de la empresa crediticia y le hace el “cuento del tío” pidiéndole los datos de su clave para dar de baja la tarjeta.

Dentro del formato “pescador” hay otra maniobra, más rústica. Los ladrones calzan un dispositivo en la ranura por donde sale el dinero y lo traban. El cliente realiza la operación completa, pero los billetes quedan estancados antes de salir. Fuera del horario bancario y en un cajero aislado, la única opción de la víctima es esperar a que abra el banco para hacer el reclamo. Para ese momento, la banda ya hizo su recorrida y recogió los frutos de su “pesca”.

Es por eso que se recomienda tapar con la mano cuando se digita la clave en el cajero porque los delincuentes también ponen cámaras para observar y luego usarla con una tarjeta clonada.

Hay otra modalidad de este robo conocido como “skimming”, cuando incluso llegan a armar cajeros totalmente falsos para montarlos como una carcasa sobre el original.

El cliente coloca la tarjeta en la ranura y pone la clave, sólo para que la pantalla le avise que está fuera de servicio. Para entonces, el estafador ya se ha hecho de los datos de la banda magnética de la tarjeta y, con la imagen de la cámara, de los cuatro dígitos del pin. Los datos se replican en una tarjeta virgen o melliza.

La persona estafada quizás pase días hasta que controle sus últimos movimientos, una ventana que los delincuentes aprovechan para hacer reiteradas extracciones antes de ser denunciados.

Fuente: Clarín