Internacional, Monday 2 de August de 2021

En un mundo exigente y poco tolerante a los fracasos, no faltará quién los acuse de no buscar la gloria en exclusividad. De conformistas. Ellos saben bien lo que hicieron. El reglamento se los permitió y no dudaron ni un segundo. 

En un mundo exigente y poco tolerante a los fracasos, no faltará quién los acuse de no buscar la gloria en exclusividad. De conformistas. Ellos saben bien lo que hicieron. El reglamento se los permitió y no dudaron ni un segundo. Alcanzó con una mirada. El italiano Gianmarco Tamberi y el qatarí Mutaz Essa Barshim eligieron terminar compartir el título de campeones olímpicos en salto en alto en una de las grandes historias que quedarán para el recuerdo de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Justo en días en los que se habla de la presión por ser el mejor, de las tensiones por no fallar. En momentos en los que la delicada situación de la gimnasta norteamericana Simone Biles puso sobre la mesa el debate de la salud mental de los deportistas, esta historia fue un soplo de aire fresco en el olimpismo.

Seis saltos positivos había realizado el qatarí, de 30 años: arrancó en los 2,24m y terminó en 2,37m, hasta que falló los tres intentos en 2,39m; el italiano, de 31, tenía siete saltos positivos, porque empezó en 2,19m, pero luego saltó las mismas seis alturas que Barshim: 2,24m; 2,27; 2,30; 2,33; 2,35 y 2,37. Luego, realizó nulos en las tres tentativas de 2,39m.

El reglamento estipula que ante igualdad en la marca, ganará el que tenga menos intentos nulos. Vale aclarar que por cada marca que se solicita saltar, un atleta tiene tres intentos. Si por ejemplo alguno de los dos hubiera fallado su primer intento en 2,37 metros antes de pasar ese listón, en vez de tres nulos, tendría cuatro. Pero eso no ocurrió. Y es muy extraño. Rara vez ocurre algo así.

El árbitro de pista se acercó a ambos atletas y les dijo:

-Están iguales en altura y en cantidad de nulos. Pueden solicitar un salto más para definir...

Pero inmediatamente, el qatarí Barshim lo interrumpió con una pregunta. “¿Tenemos que saltar?”.

El juez, cuidando las formas reglamentarias y sin tratar de influir en la decisión, explicó: “Es posible, están empatados. Depende lo que ustedes decidan”.

Como desconocía el reglamento, el qatarí se aseguró de entender bien la explicación y reforzó: “Pero, entonces, ¿podemos tener los dos el oro?”.

En ese instante los rivales se miraron cara a cara y estrecharon su mano derecha. Luego, la sangre italiana de Tamberi terminó con tanta formalidad y le dio un abrazo a su rival. Empezaron a gritar, a saltar, a llorar.

Tamberi corrió sin destino mientras lanzaba aullidos: “¡Non è vero, é un songo!” (no es verdad, es un sueño), repitió conmovido, mientras se tapaba la cara con las manos. Campeón europeo y mundial (indoor), este es el punto máximo de su carrera.

Barshim también lloró emocionado y se abrazó con su entrenador. Había sido medalla de bronce en Londres 2012 y de plata en Río 2016. Solicitar un desempate con la única intención de demostrar que era mejor que su adversario, hubiera sido extender el sufrimiento en busca del logro de toda una vida. Y, también, poner en riesgo esa medalla de oro que ahora se le ofrecía en compañía de un adversario.

Así fue como estos Juegos Olímpicos se quedaron con una medalla de plata menos.... Y una medalla extra de oro deberá ser entregada por los organizadores. El segundo puesto quedó vacante. El podio, con el bronce, lo completó el participante de Belarús, Maksim Nedasekau, que también saltó 2,37 metros, pero antes había efectuado dos nulos (en 2,19m y 2,35m).

Hay muchos deportes que por su esencia no permiten que exista el empate. Y cada torneo tiene que consagrar a un único campeón. Y las historias tienen siempre dos caras entre el fervor del éxito y la tristeza de la derrota. Pues se pierden de emociones como las que se dieron este domingo en el estadio Olímpico de Tokio

En un mundo exigente y poco tolerante a los fracasos, no faltará quién los acuse de no buscar la gloria en exclusividad. De conformistas. Ellos saben bien lo que hicieron. El reglamento se los permitió y no dudaron ni un segundo. Alcanzó con una mirada. El italiano Gianmarco Tamberi y el qatarí Mutaz Essa Barshim eligieron terminar compartir el título de campeones olímpicos en salto en alto en una de las grandes historias que quedarán para el recuerdo de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

Justo en días en los que se habla de la presión por ser el mejor, de las tensiones por no fallar. En momentos en los que la delicada situación de la gimnasta norteamericana Simone Biles puso sobre la mesa el debate de la salud mental de los deportistas, esta historia fue un soplo de aire fresco en el olimpismo.

Seis saltos positivos había realizado el qatarí, de 30 años: arrancó en los 2,24m y terminó en 2,37m, hasta que falló los tres intentos en 2,39m; el italiano, de 31, tenía siete saltos positivos, porque empezó en 2,19m, pero luego saltó las mismas seis alturas que Barshim: 2,24m; 2,27; 2,30; 2,33; 2,35 y 2,37. Luego, realizó nulos en las tres tentativas de 2,39m.

El reglamento estipula que ante igualdad en la marca, ganará el que tenga menos intentos nulos. Vale aclarar que por cada marca que se solicita saltar, un atleta tiene tres intentos. Si por ejemplo alguno de los dos hubiera fallado su primer intento en 2,37 metros antes de pasar ese listón, en vez de tres nulos, tendría cuatro. Pero eso no ocurrió. Y es muy extraño. Rara vez ocurre algo así.

El árbitro de pista se acercó a ambos atletas y les dijo:

-Están iguales en altura y en cantidad de nulos. Pueden solicitar un salto más para definir...

Pero inmediatamente, el qatarí Barshim lo interrumpió con una pregunta. “¿Tenemos que saltar?”.

El juez, cuidando las formas reglamentarias y sin tratar de influir en la decisión, explicó: “Es posible, están empatados. Depende lo que ustedes decidan”.

Como desconocía el reglamento, el qatarí se aseguró de entender bien la explicación y reforzó: “Pero, entonces, ¿podemos tener los dos el oro?”.

En ese instante los rivales se miraron cara a cara y estrecharon su mano derecha. Luego, la sangre italiana de Tamberi terminó con tanta formalidad y le dio un abrazo a su rival. Empezaron a gritar, a saltar, a llorar.

Tamberi corrió sin destino mientras lanzaba aullidos: “¡Non è vero, é un songo!” (no es verdad, es un sueño), repitió conmovido, mientras se tapaba la cara con las manos. Campeón europeo y mundial (indoor), este es el punto máximo de su carrera.

Barshim también lloró emocionado y se abrazó con su entrenador. Había sido medalla de bronce en Londres 2012 y de plata en Río 2016. Solicitar un desempate con la única intención de demostrar que era mejor que su adversario, hubiera sido extender el sufrimiento en busca del logro de toda una vida. Y, también, poner en riesgo esa medalla de oro que ahora se le ofrecía en compañía de un adversario.

Así fue como estos Juegos Olímpicos se quedaron con una medalla de plata menos.... Y una medalla extra de oro deberá ser entregada por los organizadores. El segundo puesto quedó vacante. El podio, con el bronce, lo completó el participante de Belarús, Maksim Nedasekau, que también saltó 2,37 metros, pero antes había efectuado dos nulos (en 2,19m y 2,35m).

Hay muchos deportes que por su esencia no permiten que exista el empate. Y cada torneo tiene que consagrar a un único campeón. Y las historias tienen siempre dos caras entre el fervor del éxito y la tristeza de la derrota. Pues se pierden de emociones como las que se dieron este domingo en el estadio Olímpico de Tokio