Nacional, Friday 21 de January de 2022

Hoy, en exclusivo, desde la vida cotidiana, nuestro enviado especial, Adrián Stoppelman, se interna en el misterioso y peligroso mundo de las nuevas bebidas tilingas. Leálo, antes de que le agarre sed y tome cualquiera de esas cosas que no debería beber una persona de bien.

Bebidas para un verano tilingo

Hay modas que no puedo soportar. Puedo soportar algunos estilos musicales, siempre y cuando el sonido no llegue a mis oídos. Puedo soportar que la peluquería se haya convertido en “Barbería del Bronx”, total... no tengo pelo. Pero no puedo tolerar las modas de los líquidos gourmet.

El agua gourmet, por ejemplo. ¿Qué necesidad hay de tomar un agua que cuesta 20 veces más que la normal? Porque el agua es insípida, incolora e inodora. ¿Cómo diantres distinguís un agua de otra? En realidad funciona al revés. Dime el agua que tomas y te diré cuán tilingo eres.

Ojo: sé distinguir entre un agua baja en sodio y una que la probás y tienen más sal que la Fiesta de la Anchoa, la Aceituna y el Arenque. Pero con lo que sale un litro de agua importada de canales inmaculados de los alpes suizos recogida en cuencos de piedra neolítica por ex Niños Cantores de Viena, yo puedo dejar corriendo la canilla de la cocina e inundar todo el edificio, y todavía me sobra plata para pagar daños y perjuicios.

Y no me vengan con el ecocivismo, que el plástico en el que viene el agua gourmet es tan poco biodegradable como la botella de la Ganga Cola de cuatro litros y cuarto que se compra para el cumpleaños de los chicos. Y a la noche, en la playa, las botellas vacías duermen juntas.

¡Hasta hay sommeliers de soda! No me sodan, con jota… ¿Qué sigue? ¿Sommelier de jarabe para la tos? ¿Sommelier de agua de cuneta para perros?

Y de lo frío, a lo caliente: hasta hace unos años, vos ibas a un bar y podías pedir un café, un cortado o un café con leche. Y un día apareció... la lágrima. Nombre lastimoso si los hay: da la sensación que quien lo pide ni siquiera tiene las agallas que requiere tomarse un café.

Y tras estas debilidades de caracter, surgió el café descafeinado, que es como comer pedir chocolate descacaizado, pescado desomeguizado 3, o usar un preservativo despreservatizado.

Y la cosa no termina ahí. Ahora apareció el moca, que es una mezcla de café y cacao. Se ve que los productos por separado, el café y el cacao… no tuvieron mucho éxito en la historia de la humanidad, ¿no? Y tras del moca, el mocachino. ¿Qué cuernos es el mocachino? ¿Un café hecho infusionando un mocasín en agua caliente por un chino?

Y también tenés el frapuchino, que es un capuchino frapé, frío, que ya es too much, baby. No puedo comprender cómo de repente a la gente le gusta tomar café helado, cuando si pide un café normal y se lo sirven frío, lo insulta al mozo en cuatro idiomas y se lo manda a calentar. Porque en definitiva, el café o el té helado, ¿no vendrían a ser un café o un té que se enfrió, pero demasiado?

Y las cervezas artesanales. Ahhhh… Debo reconocer que la cerveza artesanal no me molesta. Me parece bien. Salvo cuando le ponen gustos: nuez, frambuesa, moca, frapuchino, revuelto gramajo… Y hay tantos gustos y variedades que es difícil encontrar una que tenga gusto a… ¡cerveza! Pero no pasa por ahí mi problema. El problema es cómo se bebe: De parado, en la vereda. O en incómodas banquetas altas solo aptas para jóvenes que todavía no han hecho ningún esfuerzo físico que involucre a su espalda.

¿Adónde quedó la vieja y querida cerveza tirada, el viejo y querido chopp? Que si bien era una palabra en inglés, ahora fue reemplazado por algo más tilingo: las “pintas”, traducción de la “pint” inglesa. Y a mi me dicen “una pinta” y pienso en una carabela de Colón. Y me dicen “2 pintas” y pienso en un fanfarrón que se cree que tiene mucha pinta. Y me dicen “3 pintas” y pienso en el fanfarrón medio borracho.

¿Adónde quedaron el clericó, el vermú con el triolé y el vino con soda? Porque hoy si le ponés soda al vino sos un hereje, un infiel, te declaran la guerra santa, un mersa… bueno, no tanto. No creo que las huestes gourméticas tiktokeras e instagrameras sepan qué es un mersa.

Y los vinos gourmet. Ya ni se les dice “vino”. Se les dice “etiqueta”. “Estuve probando unas etiquetas bivarietales, vistesss?” Y yo pienso que se tragó la etiqueta que viene pegada en la fruta. (En realidad pienso que ojalá se la trague, pero es incorrectamente político decir eso, ¿verdad?)

Y a todo le meten cosas para cambiarle el sabor: frutas secas, aserrín, ciruelas, moras, caucho, clorofila, verdes enzolves… Con ese mismo criterio, en cualquier momento van a imponer el vino picado y entonces… ¡los milenials descubrirán el vinagre! Ya sé: me van a acusar de viejo ídem, es decir, vinagre. Es posible. Pero todos esos brebajes lo único que logran es… ¡aumentar el precio de las cosas!

Terminémosla con esta moda de ponerle nombres fifí y precios de commodity al morfi y al chupi, que después de todo, es sólo eso. O mejor: pongámos el impuesto al tilingo. ¡Y en 6 meses pagamos la deuda externa!