Misiones, Sunday 4 de September de 2022
Al hablar de personas con discapacidad, muchas veces nos referimos de forma errónea. Claves para hacerlo de una manera correcta.
El lenguaje no puede dejar de ser habitado: por ideas, creencias e, incluso, intenciones. Las palabras que elegimos para nuestros discursos no son azarosas sino que responden al imaginario y sentido común instalado socialmente. Por eso, es muy importante ser cuidadosos y conscientes de nuestros discursos así como corregir nuestras expresiones.
En este sentido, muchas veces sin mala intención solemos reproducir términos y expresiones que, lejos de promover la inclusión, perpetúan un imaginario desde la pasividad, la lástima y la compasión o bien una infantilización que descree de la posibilidad de las personas con discapacidad de ser autónomas e independientes. Históricamente, la persona con discapacidad ha sido percibida desde la falla y falencia desde un modelo médico que ha atravesado a la sociedad. Por eso, no es casual que elijamos ciertos términos que invitan a la exclusión e incluso la estigmatización. Sin embargo, es hora de revisarlos y deconstruirlos. ¿Qué palabras usamos y elegimos a la hora de hablar de discapacidad y cómo podemos modificarlas?
DISCAPACITADO/A
Tal vez el más común a la hora de referirnos a las personas con discapacidad, invita a percibir al sujeto desde una falta de capacidades así como a cosificar entendiendo a la discapacidad como determinante en una persona. De hecho, afirmar “un discapacitado/a” pone el énfasis y acento en la discapacidad. Y aunque muchas personas pueden identificarse a partir de su condición como “autistas” o “sordos”, es importante no recurrir a la generalización y recordar siempre que nos referimos a PERSONAS.
PERSONA CON CAPACIDADES DIFERENTES
Mientras que muchas personas continúan creyendo que la discapacidad tiene que ver con “otras capacidades”, lo cierto es que hablar de “persona con capacidades diferentes” es erróneo ya que habilita considerar a las personas con discapacidad como partes de otro mundo o “extraordinarias” y no como parte de la sociedad. Todas las personas tenemos capacidades y necesidades diferentes (alimentarse, vestirse, etc) así como distintas y diversas formas de hacer y de ser que serán desarrolladas dependiendo del entorno que acompañe (algunas personas utilizarán apoyo, ayuda, diferentes tiempos y ritmos). Por eso es que este término es un eufemismo que segrega.
PERSONAS ESPECIALES O CON CAPACIDADES ESPECIALES
Entre otras palabras que se utilizan para hablar de alguien con discapacidad se encuentra “especial”. Sin embargo, lo cierto es que ninguna de estas personas pueden adivinar el futuro y por eso esa palabra solamente puede actuar como un eufemismo. La categoría de especial para referirse a personas con discapacidad y sus necesidades, las mismas que cualquier otra persona, no hace sino enfatizar socialmente la diferencia y seguir reproduciendo un modelo que al mismo tiempo que las convierte en héroes, las infantiliza. Una perspectiva que en lugar de generar oportunidades, tiende a minimizar y menospreciar las reales capacidades y posicionar a los individuos no como personas poderosas, sujetos de derecho sino como eternos niños que deben ser rehabilitados, asistidos y que requieren de dependencia. Un asistencialismo que, en verdad, no responsabiliza al entorno de las dificultades que atraviesan las personas con discapacidad sino que genera vocablos para minimizar esa responsabilidad.
“ANORMAL” o “INVÁLIDO/A”
Todavía se suele utilizar la dicotomía “normal/anormal” para hacer alusión a personas con ciertas características como si existieran personas que están bien y personas que están mal muy ligado a parámetros de normalidad y belleza construídos históricamente. Y aunque es importante recordar que existe una determinada condición médica que atender, esto no puede limitar las oportunidades y los derechos que una persona debe obtener de la sociedad para poder participar activamente de todos los ámbitos. Entonces, parece oportuno revisar la categoría de “normal” para reemplazarla por “diversidad” que será la que posibilitará una plena convivencia e inclusión de todas las personas sin importar sus circunstancias.
“PADECE O SUFRE” o “TIENE UN PROBLEMA”
Existe un imaginario que piensa a las personas con discapacidad como seres sufridos o víctimas lo cual se plasma en expresiones como “padece” o “sufre”. Si bien claramente existen diferentes situaciones que variarán de acuerdo a cada persona, esta generalización no hace otra cosa que acentuar la pena y la lástima. De este modo, se sigue considerando a la persona con discapacidad como pasiva y carente de capacidades derivando en diversos obstáculos y barreras del entorno.
En este sentido, hablar de “un problema”, y no de “una condición”, también implica acentuar un paradigma de normalidad haciendo responsable a la persona sin contemplar el entorno que debe garantizar la igualdad de oportunidades.
Por otro lado, la utilización de diminutivos como “cieguito/a”, “sordito/a” no colabora al perpetuar esta idea y una infantilización que cree a las personas con discapacidad como “niños/as eternos”.
Y ENTONCES ¿CUÁL ES EL TÉRMINO CORRECTO?
Hoy en día, asistimos a un cambio de paradigma de la discapacidad que pretende dejar atrás una concepción que pone el énfasis en la falencia para pasar a prestar atención a las barreras y obstáculos que impone la sociedad y pone a la persona en el centro. Entonces, desde la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y el movimiento activo de las mismas personas con discapacidad, se define un término correcto: persona con discapacidad el cual no concibe a la discapacidad como algo prioritario e inherente al individuo sino como una consecuencia de la relación e interacción entre una persona con cierta condición y las barreras y obstáculos de la sociedad que la acentuarán o disminuirán.
La discapacidad no existe por fuera del entorno que la genera. Por eso, además del nombre de pila, términos correctos son: Persona Sorda (y no sordomudo ya que su condición implica la audición y no el habla), persona con discapacidad intelectual o persona con autismo, persona con síndrome de down. Poner el énfasis en la persona, en lugar de la condición, implica avanzar hacia una sociedad que genere las adaptaciones y apoyos que se necesiten.
Es importante recordar que siempre el nombre de pila será el más oportuno para referirnos a una persona con discapacidad ya que de ese modo evitaremos quitar la individualidad y la cosificación.
Construir un mundo más empático, solidario y abierto es una responsabilidad de toda la sociedad y evitar estos términos colaborará para construir un lenguaje más inclusivo. Así es que necesitamos un abordaje integral que conciba a la discapacidad desde la diversidad para avanzar en la aceptación de lo distinto y diferente. Parece ser un camino correcto revisar, pensar y modificar nuestras palabras. En definitiva, el lenguaje construye un mundo y las acciones lo consolidan.