Internacional, Monday 4 de March de 2024

Linda O’Keefe tenía 11 años y el 6 de julio de 1973 su madre no la pudo ir a buscar a la escuela. Comenzó a caminar hacia su casa pero su vida tropezó con un violador y asesino. El caso recién fue resuelto 45 años después. La clave del ADN y la sórdida historia del criminal

El horror se coló en la vida de los O´Okeefe la fresca tarde del viernes 6 de julio de 1973 cuando Linda Ann, de 11 años, desapareció mientras emprendía caminando el regreso a su casa desde su escuela de verano. Su cadáver apareció al día siguiente. Había sido asesinada y el caso estaría en un limbo, sin resolución ni pistas, durante nada menos que 45 años.

Hoy contaremos su historia donde la ciencia tuvo un papel protagónico porque fue la que posibilitó, en 2018, identificar a su depredador y atraparlo.

Un día común que se volvió distinto

Linda era la del medio de tres hermanas (Cindy, Linda y Diana). Su padre Richard era maquinista y, su madre Bárbara, modista y quien cosía casi toda la ropa de sus hijas. La mayor, Cindy, ya tenía 18 años y trabajaba en una tintorería cuando pasó lo que pasó.

Linda era Girl Scout, tocaba el piano y amaba la naturaleza. Hacía muy poco tiempo que su gato había muerto y estaba desconsolada con esta pérdida. Ese viernes 6 de julio se levantó a las 7 en punto y se enfundó en el vestido blanco con flores y vivos azules que le había hecho su madre. En los pies se puso unas medias blancas al tobillo y zapatillas de un tono azul oscuro. Se ató su pelo castaño en una colita y salió de su casa, ubicada en la avenida Orchid, en Newport Beach, California, a las 7.45. La llevaría en auto, al colegio de verano Lincoln Intermediate, su maestra de piano. Allí comenzó la primera de sus cuatro clases de música. Después de la segunda hora, durante un recreo largo, tomó unas monedas de su bolso con estrellas rojas y fue hasta el Mercado Richard, ubicado a una cuadra del colegio. Compró unos chicles y volvió para su tercera clase. Terminada la jornada, cerca del mediodía, Linda le pidió prestado a la celadora el teléfono del colegio para llamar a su madre. Dijo que quería preguntarle si la iría a buscar en auto. La respuesta de la maestra fue que esperara un poco porque recién había sonado el timbre y que, si su madre pensaba ir, todavía no había tenido tiempo de llegar. Linda optó por esperar y volvió al Mercado Richard. Se cruzó con su amiga Brenda, quien iba del brazo de otra chica. Las chicas tuvieron que saltar a la vereda porque una camioneta turquesa pasó muy cerca de ellas.

Linda decide, entonces, regresar al colegio para llamar a su madre. Desde lejos, Brenda ve que la misma furgoneta celeste intenso, va por la calle Harbor View, igual que su amiga que camina de espaldas hacia la escuela. El vehículo se detiene cerca de Linda. No ve mucho más y deja de prestar atención.

Linda llega y, ahora sí, le permiten usar el teléfono para llamar a Bárbara. Pero su madre le explica que está sumamente ocupada con un proyecto de costura y le pide que vuelva caminando hasta su casa. Linda se enoja. Sus ojos azules se llenan de lágrimas. No es tan lejos, pero no tiene ganas de recorrer esos cinco kilómetros a pie. En vez de volver inmediatamente, elige sentarse en la vereda en la esquina de las calles Margherita Drive e Inlet Drive. Quizá espera que alguien la lleve. Quizá piensa que se equivocó al ir en auto con su maestra y debería haber concurrido a clase con su bicicleta. O, quizá, solamente está tomando fuerzas para una hora de caminata hasta su casa.

Eso nadie lo sabrá jamás.

Janine, otra amiga, pasa con su madre quien va al volante del auto, por el mismo cruce donde está sentada Linda. Son las 13.15. Madre e hija la ven parada al lado de una furgoneta turquesa con las puertas del conductor y del pasajero abiertas. Jannine observa a un joven blanco, de unos 20 o 30 años. Linda habla con él. A la madre de Janine algo no le gusta de la escena que ve. Le da desconfianza. Detiene su auto a la distancia para anotar la placa de esa camioneta. Pero el utilitario sale raudo hacia otro lado y no le da tiempo a hacerlo. Cuando levanta la vista, la esquina está vacía. Linda, que mide poco más de 1.20 m y pesa 38 kilos, ya no está. Seguramente se haya ido con él, piensa. Son las últimas en verla.

Lástima que a la mamá de Janine no se le ocurrió rápidamente acercarse y ofrecerle a Linda llevarla hasta su casa. De haber sido así, esta tragedia no hubiera tenido lugar.

El sábado y las ranas

Ese mediodía Linda no llegó a almorzar, pero su madre no se preocupó demasiado. Eran años tranquilos, donde los chicos solían quedarse jugando por ahí o vagando en bicicleta con amigos. Intuye que Linda puede estar muy enojada porque ella no fue a buscarla. Pero tres horas después Barbara se inquieta. Sale por las calles. Grita su nombre y pregunta a los vecinos por ella. Recorre las casas de los amigos de Linda: Cathy, Jim, Stacy, Mona, Mary Lou. Nadie la ha visto. Richard llega del trabajo y se pone en acción. Creen que puede ser un acto de rebeldía, pero de todos modos están alarmados. En los dos autos de la familia salen a buscarla.

A las 18.42, ya desesperados, llaman a la policía de Newport Beach.

A la noche uniformados y helicópteros invaden las calles y los cielos. Nada de Linda por ningún sitio.

Todavía hay esperanzas, pero lo cierto es que sus pasos han sido interrumpidos.

Nada menos que por un asesino.

Janine va con su madre a la casa de Linda. Tocan la puerta y les dicen a las autoridades que esa tarde han visto a la pequeña hablando con un joven blanco que tenía una van turquesa. Parece un muy buen dato.

El caso de la desaparición llega a los titulares de los diarios al día siguiente. Ese mismo sábado 7, un vecino de los O’Keefe, el arquitecto Ron Yeo, sale a las 10 de la mañana a pasear en bicicleta con su hijo de 4 años. Quiere enseñarle al niño unas ranas. Se internan por un sendero natural en Back Bay, la reserva natural cercana, van hacia el lago. En vez de ranas o sapos Ron ve entre los matorrales una mano pequeña y pálida. Mira mejor y observa a una chica que parece dormida. Se asusta y grita como loco para despertarla. Pero no, es el cuerpo de una pequeña que está muerta. Vuelve rápidamente a su casa para llamar a la policía.

Una mujer que vive en la zona de los acantilados de Back Bay declarará luego que la noche anterior había escuchado gritos. Una voz de una chica que decía: “¡Pará, me estás lastimando!”. Esa mujer no sabía que había una menor desaparecida y no le dio mayor importancia al asunto.

Enseguida se realizan sketches del posible asesino. Pero no hay más pistas que la furgoneta turquesa y lo que vieron desde lejos esa madre con su hija.

La policía científica recolecta en el cuerpo de la menor muestras de fluidos y sangre. Hay semen.

La autopsia determinó luego que fue abusada sexualmente y que murió estrangulada. A pesar de la conmoción que provocó esta historia en la comunidad y en el país, la falta de pistas terminó enfriando irremediablemente el caso por años y años.

 

Un gran salto adelante

Así como las huellas digitales en su día (que empezaron a utilizarse alrededor de 1891), el desarrollo del estudio del ADN y los sofisticados tests genéticos, revolucionaron también a la ciencia forense en las últimas décadas. Estas herramientas precisas y contundentes han permitido que, en los últimos años, se encuentren a los culpables de antiguos homicidios sin resolver. O, incluso, que se libere a convictos presos equivocadamente. El ADN no miente.

Será la ciencia la que le dé a Linda O´Keefe una nueva oportunidad.

La policía de Newport Beach al tanto de los avances científicos decide recurrir a ellos y utilizar las muestras de fluidos y sangre recuperadas del vestido floreado de Linda y guardadas durante décadas. Quieren intentar darle un cierre al caso.

En octubre de 2017 el sargento Court Depweg contrata a una compañía llamada Parabon NanoLabas (empresa especializada en tecnología para trabajar con los ADN)

Con ellos se decide utilizar una nueva técnica, un poco controversial todavía, que llaman ADN Fenotipo (fenotipo es un conjunto de características físicas de un individuo). Con los datos y muestras que tienen configuran el fenotipo del agresor. Consiguen hacer un posible retrato del sospechoso: blanco, rubio, de ojos claros y, al momento del crimen, rondaría los 25 años. Con ese perfil hacen una progresión virtual para intentar conseguir una imagen de cómo se vería el asesino en la actualidad. Listo.

Al mismo tiempo comparan el perfil de ADN obtenido de las muestras con enormes bases de datos. Nada.

En julio de 2018 el departamento de policía de Newport Beach decide ponerle voz a Linda utilizando las redes sociales. Lo hacen por Twitter como #LindaStory (La historia de Linda) donde revelan todo lo que tienen del caso hasta el momento. La particularidad es que los textos están escritos como si fuese la misma menor quien los postea. También difunden ese retrato creado. Quieren revivir el caso como sea y hallar al asesino.

 

El primer tuit es en el aniversario 45 de su desaparición, justo a la misma hora que Linda salió para su escuela. El último, al día siguiente, a la misma hora en que encontraron su cuerpo. Buscan conmover y conseguir algún dato más con la esperanza de llegar al asesino de quién ya tienen el ADN.

No se dan por vencidos y recurren a lo que se llama ADN genealógico, para rastrear a los parientes de esa muestra de la escena del crimen. Muchas personas buscan a sus ancestros y para ellos dejan su rastro biológico en grandes bases de datos. Allí podría haber algún familiar del asesino sin nombre. La genealogía genética, finalmente, tiene éxito. En enero de 2019, salta una coincidencia con unos parientes lejanos.

La investigación sigue adelante con discreción y no se ventilan detalles, pero identifican a un posible sospechoso con nombre y apellido: James Alan Neal.

El sujeto vive en Colorado, pero cuando ocurrió el homicidio estaba afincado en Newport Beach, tenía 27 años y utilizaba otro nombre. Todo va encajando.

Viajan a Colorado para obtener muestras del personaje al que la ciencia apunta. El círculo cierra perfectamente.

 

El camino del asesino

James Albert Layton Jr (luego llamado James Alan Neal) nació el 28 de julio de 1946 en Chicago, Estados Unidos, pero se mudó con su familia en la década del 50 al estado de California. Era el hijo del medio y un verdadero problema para sus padres. A los 13 años fue arrestado por robo en Anaheim y enviado a una cárcel juvenil. En su adolescencia fue detenido dos veces más antes de abandonar para siempre el colegio en 1963.

Comenzó a trabajar en lavaderos de autos, pero tampoco tuvo estabilidad. Pasó a ser florista y, luego, a trabajar en una compañía de colchones. En septiembre de 1964 fue detenido por robar en una estación de servicio. Tenía ya 18 años y pasó 9 meses preso. De mal en peor. Al salir, siguió con su conducta laboral errática. Repitió la misma secuencia de robos y cárcel.

Recobró la libertad y se fue a Ohio primero y luego a Kentucky, donde empezó a entrenarse como ayudante en un consultorio de odontología. En febrero de 1966 denunció que le habían robado las cosas. Mentira. Su ficha policial ya decía que era un joven inmaduro, inestable, que se metía permanentemente en problemas y que tenía conflictos con su familia. Pero él siempre prometía cambiar: dijo que trabajaría para poder pagarse un tratamiento psiquiátrico.

Dos meses después de tanta promesa fue acusado de robar en otra estación de servicio donde trabajaba. Esta vez sostuvo que tenía a su mujer embarazada. La policía lo llamó “mentiroso crónico”.

Más adelante en el tiempo fue arrestado en Utah y volvió a Denver donde fue acusado por hurto. A Layton (Neal para nosotros) le fue indicada una probation y fue asignado al Proyecto Mountain Parks Work. En abril de 1967 se escapó de ese lugar y recién fue reaprehendido el 28 de abril de 1968 en Oklahoma desde donde fue extraditado a Denver y sentenciado a una pena de 3 a 10 años de cárcel. Todo terminó con que el 14 de julio de 1971 fue liberado bajo palabra. Así fue que, otra vez libre, siguió con su vida de delitos y terminó trabajando en una construcción en Newport Beach, en California. Fue en ese lapso que asesinó a Linda O´Keefe, pero escapó con éxito. Por las dudas decidió mudarse a otro estado, Florida, donde cambió su nombre a James Alan Neal. En septiembre de 1973 fue arrestado, pero su estancia tras las rejas fue como siempre muy breve. En 1974 cayó preso en Denver. Salió en libertad condicional en 1975. En 1977 terminó oficialmente su sentencia y se instaló con su familia en la tranquila ciudad de Monument, en Colorado, donde alquilaron una casa en la calle Spaatz con su mujer, su hijastra y su marido y un nieto.

Los fiscales de California no se quedaron quietos y encontraron más delitos para acusarlo: actos lascivos contra dos menores de 14 años ocurridos entre 1995 y 2004, en Riverside. Ambos cargos se le imputaron en 2019.

Neal era el responsable del crimen de Linda O´Keefe, sin duda alguna. El ADN lo señalaba y su espeso pasado lo corroboraba. Fue arrestado el martes 19 de febrero de 2019 a las 6.30 de la mañana en Colorado Springs.

Una voz en el teléfono

Ese mismo martes al mediodía, sonó el teléfono de Cindy Borgeson, la mayor de las hermanas O´Keefe. Era el Sargento Depweg, quien llevaba el caso desde hacía años.

-¿Estás sentada?

-Sí, estoy comiendo una hamburguesa en In-N-Out.

-Acabamos de arrestar al tipo, a nuestro hombre.

Cindy estaba escuchando lo que jamás había pensado: después de 45 años tenían detenido al asesino de Linda: “¡Estaba tan emocionada!, pero lamenté mucho que mis padres no estuvieran ya aquí para escuchar las noticias. Nunca pensé que podrían encontrar al responsable. Después de todo este tiempo, finalmente hay una cara, un nombre… Esto le da un cierre”.

Ella rememora aquel día en que su hermana no llegó del colegio. Lo primero que pensó fue que andaría por ahí con sus amigos y que su madre se enojaría mucho cuando volviera. Pero nunca volvió. Dice que Linda era un “alma amable y amorosa”; que le gustaba escuchar a Billie Holiday y leer las novelas de aventuras y misterios que protagonizaba la detective Nancy Drew; que amaba veranear en Redwoods y que creía que la gente siempre era buena. Cindy no puede olvidar cuando, al día siguiente, su padre le dijo: “La encontraron”. Ella sintió alivio y sonrió. Pero la siguiente frase de él fue: “No entendés, la encontraron”. No pudo explicar lo peor.

Cindy dice que, debido a que era siete años mayor que su hermana, no eran demasiado cercanas: “En esa época yo era una adolescente que solo quería estar con mis amigos, pero tenía que cuidar muchas veces a mis hermanas menores. ¡No teníamos una gran relación de hermanas!”. Pero ahora imagina que si hubieran tenido la oportunidad de crecer juntas se hubieran vuelto muy cercanas. Solo puede imaginar.

Ambos, primero su madre y luego su padre, murieron sin saber quién les había quitado violentamente a su hija. Cindy le dijo al ABCNews que por su profunda fé católica “he sido capaz de perdonar a este individuo. No puedo cargar para siempre con tanto odio y deseo de venganza en mi corazón. Mi Dios no lo quiere. Espero que tenga remordimientos.(...) Si tuviera la chance de hablar con él le diría que he estado rezando por él y por su familia”. Y expresa su deseo de que este cierre sea una esperanza para otros padres y familiares que buscan respuestas en casos similares.

La menor de las hermanas, Diana Scheifen, también se expresó por las redes agradeciendo profundamente que hubieran hallado al asesino.

El arresto de James Alan Neal (72) en Colorado fue anunciado con bombos y platillos tres días después del llamado a Cindy. Luego, fue extraditado a California. La policía dio a conocer una foto de cómo era él en la época en que secuestró y mató a Linda: un joven, de melena alborotada y rubia, de ojos claros. Muy parecido al retrato que habían logrado con la ayuda de la ciencia.

Quien le alquilaba la vivienda al detenido, Michael Thulson, dijo estar muy sorprendido por la detención de su inquilino: “Parecía un buen tipo. ¡No había ninguna señal de que él pudiera hacer algo así!”. Él mismo aclaró que el yerno de Neal tampoco había sospechado nada y que la familia del arrestado parecía gente corriente, y de gran fe religiosa. Nada es lo que parece.

Al papel y al cine antes del cierre del caso

La historia de Linda inspiró a la autora Alice Sebold a escribir un libro que tituló The Lovely Bones y fue best seller del Sunday Times. Sobre ese libro se basó la película del mismo nombre que, en español, se llamó “Desde mi cielo”. Fue estrenada en diciembre del 2009 cuando el caso todavía no estaba resuelto. El filme fue dirigido por Peter Jackson y en él trabajaron Susan Sarandon y Rachel Weisz. Obtuvo cuatro nominaciones para los Premios Oscar del 2010.

Cindy cuenta que su madre Bárbara “acarreó por el resto de su vida una terrible culpa. Sentía un gran remordimiento” por no haber ido a buscar aquel mediodía a Linda a su escuela de verano y que su padre “estaba sobrepasado por el dolor y la rabia de que alguien le hubiera arrebatado a su hija”.

El fiscal de distrito, Todd Spitzer, se negó a revelar con detalle cómo llegaron al ADN de los familiares del asesino, pero sí afirmó que ahora “tenemos todas las oportunidades en el mundo para resolver tantos de estos casos fríos que nunca en el pasado tuvimos esperanzas de esclarecer”.

El 25 de mayo de 2020, James Alan Neal (73), fue trasladado de la cárcel de máxima seguridad Theo Lacy, en California, al hospital local. No trascendió qué tenía, pero a las 5.15 de la mañana del miércoles 22 de julio de ese mismo año falleció. Solo se reveló que no tenía síntomas compatibles con Covid 19.

“Era nuestra intención ver a James Alan Neal ir a juicio y responder por el crimen de Linda Ann O´Keefe. La historia de Linda tocó los corazones de la comunidad. A través del esfuerzo incansable de generaciones de nuestros investigadores pudimos ser capaces de llegar a un casi cierre del caso para la familia y los amigos de Linda”, expresó el jefe de policía de Newport Beach Jon Lewis. Al no realizarse el juicio las exactas circunstancias sobre cómo llegaron hasta el asesino y detalles sobre el crimen de Linda quedaron sin revelarse al público.

La que dio algunos detalles más fue la misma Cindy al medio 9NEWS: “Primero me avisaron que habían encontrado a un primo segundo del asesino, y luego a sus abuelos”. Pero, a pesar de esos anuncios preliminares, ella veía como algo imposible hallar al culpable. Fue la primera sorprendida de que lo lograran.

Hoy sabemos que unas pocas células de un asesino pueden delatarlo y resolver un caso. La ciencia no se maneja con hipótesis ni caprichos, brinda certezas. Y, bien conducida, puede ser la mejor detective.

Fuente: Infobae